En España, 120 personas se quitaron la vida en los raíles en 2017, uno cada tres días, y los maquinistas reclaman más medidas
Al entrar en la estación de Sabadell-Centre, y disminuir la velocidad de la manera habitual, el maquinista Diego Martín, que llevaba sólo cinco días trabajando en Renfe después de obtener su certificado de conducción, vio cómo un hombre de unos 30 años saltaba del andén y se colocaba en medio de su camino. «Estaba claro que se quería suicidar», recuerda Martín aquel incidente de hace una década.
Como dicta el protocolo, y los reflejos, Martín accionó el frenado urgente que, cuando va a máxima velocidad, tiene un recorrido de 900 metros hasta que el tren se para por completo. Pero, como la detención ya había comenzado cuando el hombre se interpuso, el maquinista logró parar a tiempo. Son pocos los que tienen esta suerte. Tanto por parte del maquinista como del desesperado que se arroja a las vías. Las posibilidades de ver cómo alguien se quita la vida a los mandos del tren durante una vida profesional es del «100%», dice Martín. «No hay un patrón. Puede pasar una o dos veces en un año y luego no tener una incidencia de este tipo en varios años. Es una lotería, cuestión de azar. Algunos se esconden y saltan en el último momento, otros se ponen enfrente». Por otra, sólo 10% de los suicidas logra ser rescatado de las vías.
En las traviesas de Renfe se suicidaron unas 120 personas en 2017, una cifra que desglosa el Sindicato Español de Maquinistas y Ayudantes Ferroviarios (Semaf) de las 160 incidencias por arrollamiento que involucra gente. Sólo diez casos fueron frustrados. Con una media de un suicidio cada tres días, la cifra del año pasado superó la de 2016, cuando hubo 145 incidencias, de las que 105 fueron suicidios y 15, intentos. «Si es suicidio, se sabe», afirma Martín, también coordinador de Comunicación de Semaf y uno de los pocos, gracias a su juventud, que no ha vivido una experiencia de este tipo. «En muchos casos, el maquinista no sabe nada más».
Tampoco los pasajeros. Sucede sobre todo alrededor de los núcleos urbanos de ciudades como Madrid o Barcelona, pero puede ocurrir en cualquier estación o en vías secundarias. «Es difícil que alguno de nosotros no haya tenido nunca una incidencia de este tipo», dice Ángel Peña, maquinista y coordinador de Salud Laboral de Semaf.
Peña tiene 41 años de profesión y tres arrollamientos mortales. Aunque no hablen de esas experiencias entre ellos, así cuentan su tiempo de servicio los 5.000 maquinistas que hay en España. «La primera vez es muy difícil», rememora Peña. «Un chaval joven cerca de su casa… se arrojó al paso del tren… lo vi agonizar… vino la familia… no entendían que se hubiera puesto delante… en caliente me culpaban. No sabes cómo gestionarlo, pero hay que asumirlo para retomar la labor al día siguiente. Se busca normalizar la situación, considerarlo parte del trabajo».
Cifras ocultas
La red ferroviaria de Adif tiene más de 15.000 kilómetros, con 3.200 pasos a nivel en todas las vías excepto las de alta velocidad. Para mejorar la seguridad trabaja en el vallado de todas aquellas en las que se circula a más de 160 kilómetros por hora y en las zonas urbanas. «Adif trabaja tanto en la mejora de la seguridad de los pasos a nivel como en la eliminación progresiva de aquellos que presentan mayor tráfico», expresan desde la compañía que gestiona la red más extensa de España, aunque existen otras empresas en Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco. Las cifras conjuntas, dispersas y escondidas, se encuentran en el estudio ‘Railway Safety’, elaborado por la Unión Europea. España ocupa el octavo lugar de naciones con más suicidios en las vías, con más de 600 entre 2011 y 2015, lo que coincide con el cálculo de Semaf.
En el conjunto de países de la Unión Europea, cada año se suicidan casi 3.000 personas. El pico sucedió en 2012, cuando 2.982 se arrojaron al frontal del tren. Desde que se tiene registro, no han bajado de 2.700 anuales. Los primeros del nefasto ránking son Dinamarca, Francia y Reino Unido.
El informe también explica que existe un alto grado de incertidumbre sobre las cifras reales. En España los suicidas se ocultan. Las empresas de transporte tienen miedo al efecto «reclamo». Entremezclada u omitida esa data, la Agencia Estatal de Seguridad Ferroviaria publicó un informe el año pasado que no refleja «suicidios ni intentos de suicidios». Aseguran, sí, que las víctimas mortales en la totalidad de la red, incluyendo a los «intrusos», fueron menos de veinte al año desde 2013.
Si hay alguna víctima más en estos «incidentes» es el maquinista. El sindicato trabaja en un documento, titulado provisionalmente ‘Arrollamiento de personas y vehículos’, que elevará a la empresa en las próximas semanas, en el que exigirá «un protocolo claro de actuación», afirma Peña. Los maquinistas proponen que, una vez que han auxiliado a la persona arrollada, si queda con vida, o «reconocido» el fallecimiento, el conductor pueda volver al tren, cuando se apersonen las autoridades, y proseguir camino. Que esa «custodia» del cuerpo no deba extenderse hasta la certificación forense, como ahora.
Al conductor todavía le quedará prestar declaración y reponerse emocionalmente. Entre sus exigencias, hay otros dos puntos claves: asistencia psicológica más extensa en casos de arrollamiento y que estas situaciones se aborden en el curso para la obtención de la licencia de maquinista.