Un ferrocarril no podrá funcionar en manos de quintomundistas

Pueden nuestras audiencias estar seguras de que coreanos, alemanes, estadounidenses, lo que se quiera pueden enviar un ferrocarril completo, pero también estar seguros de que parientes, amigotes o caballeros de industria tomarían en sus manos la faena de quebrarlo.

“Quien no sabe o pretende ignorar la historia de los ferrocarriles en El Salvador está condenado a repetir el fracaso”, diría Santayana, el filósofo hispano-estadounidense cuya frase la adaptamos al tema que se viene planteando sobre construir un ferrocarril en nuestro país.

Se dice que ya se ha contactado a una empresa de Corea del Sur para proveer maquinaria y tecnología, como en previas ocasiones se ha hecho con consorcios españoles y de otras naciones con el mismo propósito, a lo que se agrega que el Banco Centroamericano de Integración Económica estaría anuente a financiar el proyecto.

Pero esa es la parte “fácil” del asunto; el problema es la administración, el mantenimiento y la rentabilidad del proyectado ferrocarril, pues no cuesta augurarle un rotundo fracaso, como sucede con casi todo sistema de transporte en manos de quintomundistas como somos después de diez años de Psycho-regímenes.

Hagamos historia. Hasta hace unos cuarenta años los ingleses tenían una concesión para manejar una red ferroviaria en nuestro país, la que operaba ejemplarmente.

Pero la concesión finalizó, los ingleses pidieron al gobierno de entonces extenderla por otros cien años, pero no se les concedió, ya que, se dijo en aquel entonces, “los salvadoreños somos más que capaces de manejar con éxito los ferrocarriles”.

Esos “más que capaces” burócratas salvadoreños cayeron encima del ferrocarril y con mucha diligencia y poniendo de su parte su inagotable capacidad para sinvergüenzadas, en seis meses llevaron a la quiebra lo que funcionó sin problema los previos cien años.

Pueden nuestras audiencias estar seguras de que coreanos, alemanes, estadounidenses, lo que se quiera, pueden enviar un ferrocarril completo, pero también estar seguros de que parientes, amigotes o caballeros de industria tomarían en sus manos la faena de quebrarlo.

Sólo recuerden el Puerto de La Unión en manos de los efemelenistas

Lo propio, lo único que puede resolver la necesidad de contar con un ferrocarril de mediano alcance, como de un puerto que funcione con eficiencia, es darlo en concesión a una empresa que lo maneje, como fue el caso con los ingleses.

Los efemelenistas se negaron a dar el Puerto de La Unión a una empresa especializada y para ello echaron mano de los mismos alegatos de que “los salvadoreños —o sea ellos— son más que capaces de hacerlo”, pero sólo fue para dejar pasar el tiempo, por conveniencia o incapacidad. No hicieron ni dejaron hacer.

Pasaron más de quince años desde que los japoneses participaron en la construcción del Puerto, que iba a ser el eje alrededor del cual se reactivaría el oriente del país, sin que nada se haga y apenas unos pocos barcos descargan y cargan en esa terminal por semana.

¿Cuáles serán los motivos de impedir que el Puerto funcione con eficiencia?

A lo anterior se suma otro hecho: regalaron prácticamente todo el trayecto de la vía férrea a los asentados en ella, siempre con su misma maña de quedarse y dar lo que no es suyo y mostrando su cortedad de vista.

Hay muchos entre nosotros que siendo niños vivieron la experiencia de viajar en los ferrocarriles operados por los ingleses, el mejor medio de transporte cuando aún no se habían construido buenas carreteras en todo el territorio.

De lo más simpático era ver cómo en las estaciones se aglomeraban vendedoras ofreciendo desde horchata y golosinas hasta las especialidades típicas del lugar.

Fuente: Elsalvador

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